Shell se baja de Argentina GNL: traspié de la gestión Marín en YPF
10 diciembre, 2025
Por Luciana Glezer y Camilo García
Para Horacio Marín la “Concha de Plata” ahora parece muy lejana.
La super petrolera anglo-neerlandesa Shell decidió eyectarse de la aventura Marín para licuar gas junto a YP. La noticia que manca está escurridiza sociedad que se estaba intentadio bajó el optimista nombre de Argentina GNL, fue replicada por Reuters: “la empresa (por la de la concha marina) no seguirá adelante con la primera fase del proyecto“. Sin embargo y queriendo empatizar con protocolos parece dejar la puerta abierta para “explorar opciones futuras”;. Algo que pudiera leerse como “si vemos que la cuestión es un éxito, déjennos volver“. Un clásico para evitar que parezca un portazo.
Argentina GNL supo anunciarse como “el” trampolín que convertiría al país en exportador global de gas. Fantaseaba una capacidad productiva de 18 millones de toneladas anuales; con una plataforma flotante frente a las costas de Río Negro y gas proveniente de Vaca Muerta. Dicho sea de paso, la segunda reserva de shale del mundo.
Y Shell iba a aportar a YPF lo que le falta y mucho: músculo financiero y acceso a grandes contratos de compraventa internacional de Gas miniaturizado en hasta 600 veces de su volumen anterior mediante la licuefacción.
Sin embargo, el acuerdo nunca pasó del papel. Y Marín, Presidente de YPF (aunque prefiera el rótulo de CEO) quedó desairado frente al altar que iba a casar a YPF con Shell en lo que pudiera verse como una segunda nupcia para esta cuestión. Recordemos el envión anímico de la gestión kirchnerista que dejó servida en bandeja una alianza con los malayos de Petronas y que naufragó en 2024. Por aquel entonces se propagó la idea de que a YPF le esperaba algo mejor “a la vuelta de la esquina”.
Subyace la suspicacia de que hubieran estado adelantadas las gestiones de Marín a través de Juan Jo-Shell Aranguren, ex mandamás de la versión argenta de Shell. Con lubricados vínculos en LLA.
Sin embargo la “mala nueva” para Marín es que se quedó sin boda ni arroz. Dos desplantes al hilo sin solución de continuidad. Ahora, la figura del CEO parece escaso de promesas de inversiones.
Las razones que esgrimiría frente al presidente Milei, serían la ya tradicionales falta de previsibilidad macroeconómica; el cepo cambiario y/o la inseguridad del marco jurídico que facilite el extractivismo voraz y la exportación desmesurada y desregulada, donde el Estado queda reducido a simplemente observar el ir y venir de los buques.
El proyecto de GNL estaba protegido bajo el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), la bandera jurídica del gobierno para atracción de capitales disociados de nuestros vaivenes politicos, juridicos y económicos. Además, Shell fue una de las beneficiarias directas de la extensión del acuerdo Chevron que impulsó Sergio Massa antes de dejar el Ministerio de Economía. El mismo habilita la libre disponibilidad de divisas y el giro indiscriminado de divisas al exterior.
Es decir, la empresa podía repatriar utilidades, importar equipos y operar con beneficios fiscales inéditos. Difícil sostener que el problema fue “la inseguridad jurídica argentina” cuando el Estado dio todo y más, para blindar esta ecuación.
Shell que opera en el país desde 1920, ya lo vio todo. No hay condición macroeconómica que lo sorprenda. Pero siempre quiso, quiere y querrá, una ventaja más.
En el tablero global, Shell también atraviesa un laberíntico trajinar. Tal y como señaló el analista energético Art Berman quien sostuvo que “la empresa enfrenta un problema creciente de producción y un agujero de oferta que podría profundizarse hacia 2035“.
Para cubrir ese bache, Shell está re orientando su porfolio hacia activos de retorno veloz o inmediato. Según Reuters, evalúa incluso comprar “Galp” o la joya africana “Mopane” en la Cuenca Orange de Namibia, donde obtuvo resultados formidables y hoy es uno de los campos offshore más prometedores del mundo.
La apuesta por Namibia revela su nueva estrategia de volver al petróleo mas convencional, que permite tener menos capital “inmovilizado“.
Frente a este panorama, un megaproyecto de GNL en la Patagonia (con plazos largos y riesgo regulatorio), les dejó de resultar excitante.
Sumado esto a la presión de los accionistas y fondos de inversión que empujan a Shell a concentrarse en dividendos y re-compras, antes que en aventuras de largo plazo, esa puerta de salida si puede verse.
En 2024, la empresa recortó 2000 empleos, reestructuró su división de transición energética y anunció un recorte del 20% en gasto para exploración.
En paralelo, desde una óptica global, podría inferirse que el mercado de GNL esta saciado por oferentes que pueden cubrir la demanda de corto y mediano plazo. Con la expansión Permian y la creciente capacidad de licuefacción, Estados Unidos saturó Europa y ganó espacios logísticos y comerciales difíciles de disputar.
En 2025 los envíos de GNL estadounidense al viejo continente, crecieron de forma sostenida y redujeron la ansiedad por crear nuevas plantas de licuefacción.
Si el proyecto de GNL fue alguna vez el espejo donde la política argentina quiso mirarse; como país energético, exportador y autosuficiente; hoy ese espejo devuelve una imagen más cruda de un país que sigue discutiendo incentivos mientras los capitales globales se le piantan en otra dirección.
En los papeles Argentina tiene todo. Reservas; producción récord, un gasoducto nuevo y puertos en el sur con potencial logístico. Pero la salida de Shell, más que un episodio aislado, confirma que nuestro país parece seguir atrapado en el mismo dilema de siempre. Tenerlo todo, pero no saberlo explotar.
Marín por ahora, ya no está nominado a la “Concha de Plata” que sugería mancomunar a YPF con su eterna archirrival Shell.